Lo primero que te quiero decir es que… TRANQUILA, importa más lo que comes desde el día de Reyes hasta el día de Nochebuena que lo que comes entre Nochebuena y el día de Reyes.
Navidad es esa época donde el turrón, los brindis y la comida casera de tu progenitora se convierten en los protagonistas. ¿Y sabes qué? ¡Es normal disfrutarlo! Pero ahora, con enero encima, muchas empezamos a pensar en “poner orden” y bajar esos kilitos de más, lo cogido en Navidad y lo que no habías conseguido quitar después del verano.
Aquí quiero decirte algo importante: no necesitas castigar a tu cuerpo ni hacer locuras para sentirte bien contigo misma y desprenderte de esos kilos que tanta guerra te dan. Nada de dietas detox ni restricciones draconianas. Esta lectura es para recordarte que, con calma y sentido común, puedes conseguir tu objetivo.
1. Dietas detox: el mito de los mitos
A todas nos ha pasado: después de las fiestas, miras la báscula y te entra esa necesidad de “hacer algo radical”. Ahí es donde aparecen las famosas dietas detox con promesas mágicas de “limpiar” el cuerpo y perder peso rápido. ¿Y sabes qué? No solo no funcionan, sino que tampoco son necesarias. Tu cuerpo ya tiene su propio sistema detox: el hígado y los riñones están diseñados para eliminar toxinas. Ningún jugo verde o batido milagroso hará que trabajen mejor.
Lo que pasa es que nos encanta esa sensación de sacrificio (A ti también te pasa). Creemos que, si sufrimos un poco (o mucho), los resultados serán más rápidos y efectivos. Como si machacarnos fuera sinónimo de éxito. Pero no tiene por qué ser así. Cuidarte no debería doler. Cuando sometes a tu cuerpo a restricciones extremas, solo lo estás estresando. Y el estrés, amiga, no ayuda a perder peso ni a sentirte mejor. Así que, en vez de castigar a tu cuerpo por disfrutar las fiestas, ¿por qué no le das lo que realmente necesita? Comida real, movimiento, descanso y, sobre todo, paciencia.
2. Vuelve a lo básico: equilibrio en cada plato
Si algo funciona, no lo cambies. Y eso aplica también a la alimentación. Volver a una dieta equilibrada no es complicado; no necesitas contar cada caloría ni seguir dietas de moda. Lo que necesitas es comida real, de la que nos enseñaron nuestras abuelas, pero con un toque actualizado.
¿Qué deberías incluir en tu día a día?
- La mitad del plato, verduras y frutas. Sí, la mitad. Y no, no tiene que ser aburrido. Juega con colores, texturas y sabores: una ensalada de espinaca con fresas y almendras, o unas verduras asadas con un toque de especias. Las posibilidades son infinitas.
- Un cuarto del plato, proteínas. Elige opciones magras como pollo, pavo, pescado, huevos, o legumbres si prefieres algo vegetal. También puedes incluir queso fresco o yogur natural como complemento.
- El otro cuarto, carbohidratos complejos. Aquí no hay que tenerle miedo al arroz integral, la pasta (sí, pasta, en porciones razonables), el pan preferentemente integral o la patata. Te dan energía y evitan que te dé ese bajón a media tarde.
¿Y las cantidades?
Come suficiente para quedar satisfecha, pero no llena a reventar. Ese momento en que sientes que podrías comer un poco más, pero ya estás bien, es el ideal. Aprende a reconocerlo; no necesitas pesar cada cosa.
Un día normal podría ser así:
- Desayuno: Una tostada integral con aguacate, un huevo cocido o en tortilla y una fruta.
- Comida: Un plato de verduras al horno, pollo a la plancha y un puñado de arroz integral. Acompañado de fruta o yogur natural como postre.
- Cena: Una ensalada completa con atún, tomate, espinaca, queso fresco y un poco de aceite de oliva (recuerda añadirlo pero con control)
- Snacks: Frutas, yogur natural o kéfir, o un puñado de nueces o almendras (un puñado con el puño cerrado!).
¡Cuidado con los extremos!
Esto no significa que no puedas disfrutar de un chocolate, una copa de vino o esa pizza que tanto te gusta. Si lo haces con equilibrio, nada está prohibido. Recuerda: no se trata de comer perfecto un día, sino de hacerlo bien la mayor parte del tiempo. Así como por un día que te cuides no vas a bajar de peso, por un día de excesos no vas a arruinar tu proceso. Por último, dale prioridad a cocinar en casa, te ahorras sorpresas de calorías escondidas y puedes jugar con los ingredientes a tu gusto.
3. Otros consejos
Aquí va una pregunta importante: ¿Tienes hambre o solo estás aburrida, ansiosa o cansada? A partir de los 40, nuestro cuerpo cambia, pero también lo hace nuestra relación con la comida.
- Cuando tengas hambre, come despacio, saborea cada bocado.
- Si sientes que comes más por emociones que por necesidad, respira, date unos minutos, y piensa qué necesitas realmente. A veces es una siesta o simplemente desconectar.
Haz ejercicio, con alegría!!!! No necesitas ir al gimnasio 2 horas diarias para “compensar” lo que comiste. El ejercicio no es un castigo, es un regalo que le das a tu cuerpo. Camina, corre, baila, haz yoga o sal a mover el cuerpo como más te guste. ¿Sabes qué es lo más importante? Que lo disfrutes. Porque lo que disfrutas, lo repites, y ahí es donde está el verdadero cambio.
Es normal querer resultados rápidos, pero la realidad es que los cambios duraderos toman tiempo. Y eso está bien. Este no es un sprint, es una maratón. Además, bajar de peso no es solo una cuestión estética. Es salud, energía y bienestar. Y esa salud pasa por no estresarte ni sentirte culpable. Como dice ese dicho: “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.”
Un último consejo…. Es probable que te mires al espejo y pienses en todo lo que te gustaría cambiar, pero ¿sabes qué? Tu cuerpo es maravilloso tal y como es. Ha pasado por mucho, te lleva cada día adelante, y merece que lo cuides con cariño. Así que, este enero, olvídate de las dietas extremas y céntrate en pequeños pasos. Porque la verdadera magia está en la constancia, no en la perfección.
¿Qué opinas? ¿Te unes a este enfoque de calma y equilibrio? Me encantaría leerte en los comentarios.